Este trabajo se encuentra en plena redacción.
Última actualización:
Última actualización:
16 de marzo de 2015
Dedicatoria
Honrar a quien honor merece es la acción mínima posible
al valorar el desempeño de seres excepcionales comprometidos con sus quehaceres.
Esta pequeña obra quiere destacar también la presencia de quien durante años hizo
vida laboral y académica en el Laboratorio de Demostraciones de Física del
Departamento de Física, Facultad de Ciencias, de la Universidad de Los Andes.
Se trata de José Guerrero, personal técnico responsable del laboratorio. Se
inicia en este singular espacio pedagógico sin conocimiento alguno de los
conceptos de física clásica que aún se enseñan en los cursos de Ciencias e
Ingeniería; no obstante, la responsabilidad con su trabajo, la curiosidad por
la diversidad fenomenológica presente en tales espacios lo involucran con el
instrumental y en poco tiempo asoma destrezas en su manejo, funcionamiento,
mantenimiento y construcción de prototipos. José Guerrero se hizo indispensable
en el Laboratorio. Era él quien conocía su ubicación en la estantería del
laboratorio y su funcionalidad; quién los seleccionaba y preparaba para su inmediata
utilización, como herramienta didáctica en el aula de clase, por el docente de turno.
Entre la gama de experimentos que se mostraban
en el Laboratorio de Demostraciones, destacaban los de electrostática, en los
años ochentas; Guerrero afinaba la máquina de Wimshurst y el generador de Van
de Graaff, hasta que saltaran chispas notables y el olor a ozono inundara los
espacios docentes; cargaba las botellas de Leyden, lograba que esferitas de
anime recubiertas con grafito mantuvieran sus cargas por tiempos prolongados y manifestaran
sus consabidas propiedades eléctricas atractivas o repulsivas. Con paciencia seleccionaba,
recogía y secaba semillas de grama que luego esparcía en la cubeta de aceite en las experiencias de líneas de fuerza del campo eléctrico. Era él quien conocía la cantidad precisa
de benceno a depositar en la cápsula para simular la "casa explosiva"
en la experiencia demostrativa del pararrayo de Franklin; sabía cómo y dónde
colocar al inocente espontáneo para inducirle contorsiones y brincos con chispas
eléctricas, con el despliegue de su cabellera cual electroscopio humano. Guerrero
se adelantaba a los gélidos amaneceres andinos con el instrumental preparado
para la clase de las siete. Guerrero también fue un paciente maestro. Le sobraba
disposición al asistir estudiantes en innumerables proyectos experimentales.
Varios kits de electrostática, máquinas de Wimshurst, prototipos didácticos de motores
eléctricos, entre otros, exhibieron estudiantes de bachillerato en sus respectivas
instituciones educativas con su ayuda desinteresada. José Guerrero tiene el
alma escrutadora de Carlos del Pozo. Sin formación académica especializada ambos
abordan el estudio de la electrostática y se distinguen en sus respectivos
espacios. Uno, en la inmensidad de la llanura durante la época colonial
vislumbra a Humboldt; el otro, en la década del ochenta y noventa, secundando
la docencia universitaria fortalece la enseñanza de la Física con innumerables
experimentos demostrativos.
Introducción
El presente trabajo llama la
atención sobre cierto estudioso de las ciencias naturales que vivió a finales del
siglo XVII y principio del XVIII en los llanos venezolanos y que realizó,
amparado en la lectura de dos libros de Física de la época, aportes significativos a su comunidad. Lo
lamentable es que ningún autor de texto, público o privado, de las asignaturas
de Física, Química, Ciencias Naturales o Estudios de la Naturaleza, ha
realizado la más mínima reseña biográfica del personaje en cuestión en la
descripción de los respectivos contenidos programáticos. De no ser por el
testimonio de un gran hombre de ciencia que sí lo reporta en sus obras, hoy en
día seguiría siendo un completo desconocido. Peor aún, la gran mayoría de los
docentes e investigadores del tema educativo de las cátedras de historia de las
ciencias, de las facultades de educación y pedagógicos de nuestro país,
desconocen su existencia. Aparte de Humboldt, sólo
algunos historiadores (Pérez M., Héctor ,1987 ;
Freistes Yajaira, 2004; Malaspina,
Edgardo, 2001) comprometido con el rescate de la memoria
colectiva de nuestro pueblo, le han sacado del anonimato en su artículos de
investigación, resaltando un poco su importancia histórica en los desarrollos
científicos de la época. El epónimo de una unidad educativa de un estado
llanero honra su presencia en el ámbito científico.