jueves, 24 de julio de 2014

Carlos del Pozo




 Este trabajo se encuentra en plena     redacción. 

           Última actualización: 
    16 de marzo de 2015



Dedicatoria

     Honrar a quien honor merece es la acción mínima posible al valorar el desempeño de seres excepcionales comprometidos con sus quehaceres. Esta pequeña obra quiere destacar también la presencia de quien durante años hizo vida laboral y académica en el Laboratorio de Demostraciones de Física del Departamento de Física, Facultad de Ciencias, de la Universidad de Los Andes. Se trata de José Guerrero, personal técnico responsable del laboratorio. Se inicia en este singular espacio pedagógico sin conocimiento alguno de los conceptos de física clásica que aún se enseñan en los cursos de Ciencias e Ingeniería; no obstante, la responsabilidad con su trabajo, la curiosidad por la diversidad fenomenológica presente en tales espacios lo involucran con el instrumental y en poco tiempo asoma destrezas en su manejo, funcionamiento, mantenimiento y construcción de prototipos. José Guerrero se hizo indispensable en el Laboratorio. Era él quien conocía su ubicación en la estantería del laboratorio y su funcionalidad; quién los seleccionaba y preparaba para su inmediata utilización, como herramienta didáctica  en el aula de clase, por el docente de turno.


Entre la gama de experimentos que se mostraban en el Laboratorio de Demostraciones, destacaban los de electrostática, en los años ochentas; Guerrero afinaba la máquina de Wimshurst y el generador de Van de Graaff, hasta que saltaran chispas notables y el olor a ozono inundara los espacios docentes; cargaba las botellas de Leyden, lograba que esferitas de anime recubiertas con grafito mantuvieran sus cargas por tiempos prolongados y manifestaran sus consabidas propiedades eléctricas atractivas o repulsivas. Con paciencia seleccionaba, recogía y secaba semillas de grama que luego esparcía en la cubeta de aceite en las experiencias de líneas de fuerza del campo eléctrico. Era él quien conocía la cantidad precisa de benceno a depositar en la cápsula para simular la "casa explosiva" en la experiencia demostrativa del pararrayo de Franklin; sabía cómo y dónde colocar al inocente espontáneo para inducirle contorsiones y brincos con chispas eléctricas, con el despliegue de su cabellera cual electroscopio humano. Guerrero se adelantaba a los gélidos amaneceres andinos con el instrumental preparado para la clase de las siete. Guerrero también fue un paciente maestro. Le sobraba disposición al asistir estudiantes en innumerables proyectos experimentales. Varios kits de electrostática, máquinas de Wimshurst, prototipos didácticos de motores eléctricos, entre otros, exhibieron estudiantes de bachillerato en sus respectivas instituciones educativas con su ayuda desinteresada. José Guerrero tiene el alma escrutadora de Carlos del Pozo. Sin formación académica especializada ambos abordan el estudio de la electrostática y se distinguen en sus respectivos espacios. Uno, en la inmensidad de la llanura durante la época colonial vislumbra a Humboldt; el otro, en la década del ochenta y noventa, secundando la docencia universitaria fortalece la enseñanza de la Física con innumerables experimentos demostrativos.  



Introducción

El presente trabajo llama la atención sobre cierto estudioso de las ciencias naturales que vivió a finales del siglo XVII y principio del XVIII en los llanos venezolanos y que realizó, amparado en la lectura de dos libros de Física de la época, aportes significativos a su comunidad. Lo lamentable es que ningún autor de texto, público o privado, de las asignaturas de Física, Química, Ciencias Naturales o Estudios de la Naturaleza, ha realizado la más mínima reseña biográfica del personaje en cuestión en la descripción de los respectivos contenidos programáticos. De no ser por el testimonio de un gran hombre de ciencia que sí lo reporta en sus obras, hoy en día seguiría siendo un completo desconocido. Peor aún, la gran mayoría de los docentes e investigadores del tema educativo de las cátedras de historia de las ciencias, de las facultades de educación y pedagógicos de nuestro país, desconocen su existencia. Aparte de Humboldt, sólo algunos historiadores (Pérez M., Héctor ,1987 ; Freistes  Yajaira, 2004; Malaspina, Edgardo, 2001) comprometido con el rescate de la memoria colectiva de nuestro pueblo, le han sacado del anonimato en su artículos de investigación, resaltando un poco su importancia histórica en los desarrollos científicos de la época. El epónimo de una unidad educativa de un estado llanero honra su presencia en el ámbito científico.